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-esto es pura habladuría!...- exclamaba uno de los campesinos del pueblo, mas precisamente el señor Edward Bones, propietario de un terreno en la parte este del reino, -como el rey pretende que vendamos nuestros productos, eh?- seguía el señor con la discusión, y es que todos los que cultivaban estaban allí, hasta el gemelo Kaulitz, pero el solo estaba sentado en un rincón escuchando como los colegas discutían, hasta que se harto, se paro y grito –señores!!! Que es esto, solo mírense, peleando como animales!
-claro Kaulitz, y tu? Sentadote ahí calentando la silla?
-claro que no señor Tress, solo quiero anunciarles, que… podríamos llegar a un trato con el rey…
-a que clase de trato te refieres?...- preguntaba una mujer a lo lejos, entonces Tom se subió a la silla, tomando el control, -escuchen, esta claro que cada uno no puede cultivar una verdura en todo el año, ni si quiera podríamos sobrevivir, y el rey quiere que le demos ahora, la mitad de lo que ganamos, por eso yo tengo una idea… que cada uno cultive lo que se le de la gana, que críe los animales que quiera, y después valla a vender sus productos en la feria…- todos se quedaron callados, de repente unos aplausos cerca de la gran puerta, oh, ese era el rey!, todos se apresuraron e hicieron una reverencia, Tom se quedo mirando, por dios el rey había escuchado lo que decía, que podría esperar el joven, una pena de muerte?
-muy bien!... eso era lo que quería!- decía como alabando la idea de Tom el rey –q..q que?- Kaulitz se bajaba de la silla –pues, pasaba por aquí, aprovechando que se hacia la reunión para ver que productos plantaría cada campesino que posea tierras en mi reino, y tu muchacho, sales con la idea de que todos pueden plantar lo que se les ocurra… debo decir que es una sensata idea, me gusta…
-en serio? o sea, no se enojo?
-para nada, soldado, cinco monedas de oro para el joven, por su buena idea…- dijo el rey, los demás miraban como el joven mas joven de los que cultivaban recibía las monedas…
-pues, pueden seguir con lo suyo, adiós…- su eminencia daba media vuelta y se marchaba.
-ven… que después de todo mis ideas valen oro…- muy pícaro Tom salía de ese lugar, con aires de agrandado, y quien no, si con solo decir lo que piensa obtiene su recompensa, bueno mas bien, con decir lo que el hermano gemelo le había dicho…

-vengan!!!...- una vez mas Bill llamaba a su rebaño, -vamos que se hace tarde! Y el lobo se las va a comer!...-
-y yo que creía que esos eran los tres chanchitos…- se acercaba la joven Anna Olie –Anna!...- Bill estaba muy sorprendido, y ella solo reía para el. –pero que haces aquí? Yo pensé que…
-ay Bill, no me darás un abrazo? Ya han pasado cinco años…- el joven se sonrojo un poco, pero sin pensarlo la abrazo, y claro, si Anna fue su amiga desde que eran bebes, aunque no pertenecían a la misma clase social, ella era la hija de una de las ex damas de compañía de la reina (Liza Von Olie), y de uno de los que estaban en el ejercito real (el señor James Olie, quien ya se había retirado), es que la madre de los Kaulitz trabajaba en la casa de la familia Olie. Pero muy pronto los padres de Anna decidieron que ella debía tomar sus clases en Francia, junto a la princesa, pues la joven había heredado el trabajo de su madre, ahora ella era dama de compañía de la princesa.
-pero, cundo es que llegaste?...- seguía Bill con sus preguntas, los dos en esa colina, ella con un vestido muy bello, un regalo de la princesa, y por otro lado el, con sus ropas, un poco sucias por el lodo que había allí, y su bastón, con el cual guiaba a su rebaño. Tan rara era la escena esa, -fue ayer, en cuanto tuve tiempo me escape, pero solo es por un rato, quería verte…
-aaa… yo también quería verte, desde hace cinco años… y me atrevo a decirte, estas muy bella…-
-tu también Bill… ya eres un hombre, y podrías elegir a una buena mujer para que se casara con tigo.
-y yo que creí que todavía es muy temprano…- luego se escucho un grito, -Anna!...- una jovencita a lo lejos la llamaba –bueno, creo que debo irme…- dijo ella tomando la mano izquierda del joven, recuerdas que cuando me fui, hice lo mismo?
-me tomaste la mano y pusiste en ella un rosa blanca de tu jardín
-ahora te tomo la mano y pongo en ella un pañuelo blanco, pues no me alejare de ti, esta es la señal de que esperaría a que vengas por mi.- la jovencita le sonrío, dio la media vuelta, y se fue. Bill se quedo allí, el pañuelo todavía tenia el aroma de la señorita esa, y la verdad que ese momento fue tan raro para el, que esa joven de ojos celestes le había dejado un dulce recuerdo y una nota de espera.

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